Samuel Dallavalle (Sam para los amigos), 28 años, de Vicenza, mitad trentino. Llevo montando en moto desde los 19 años y al poco tiempo me di cuenta de que usaba tan poco el coche que me convenía venderlo. Desde entonces he vivido los 365 días del año en moto, de casa al trabajo, haciendo recados, los fines de semana, en vacaciones, con un calor abrasador, frío polar, lluvia... los jóvenes exploradores nos enseñan que no existe el mal tiempo, solo el mal equipamiento. Naturalmente, el tipo de moto perfecta para el uso que le doy es la de paseo, así que me compré una... naked. Sí, no soy famoso por mis decisiones lógicas. Pero alguien me gana con creces en cuanto a locura: mi novia. Laura decidió seguirme en este viaje con una porción de sillín... cuestionable. Aquí la auténtica heroína de la historia es ella, no yo.
Decidimos viajar con mi Z900 tras declinar la amable oferta de mi padre, quien me instaba a llevarme su espléndida BMW R1200GS con un trío de maletas de aluminio porque… no sabemos muy bien por qué, probablemente la idea de viajar con la moto que usaba para ir al trabajo, al lago y a la pista nos gustaba demasiado como para renunciar a ella. Bastaron algunos cambios para adaptarla a nuestras necesidades (nuestras porque Laura fue una parte activa en todas las fases del viaje, desde la preparación hasta la ejecución). Añadimos unas bolsas laterales blandas (con bastidores), una bolsa sobre el depósito, un asiento de pasajero retapizado, puerta USB para cargar el móvil y soporte de manillar para usarlo como GPS. Nada más, mantenimiento ordinario de la moto antes de salir para comprobar que todo estuviera en orden y listo.
El plan inicial era muy sencillo: ir descubriendo caminos y paisajes de Italia. Nada de pensamientos filosóficos, metas concretas ni propósitos específicos. Somos gente sencilla, nos gusta montar en moto y ver lugares que destaquen a la vista.
Habíamos oído hablar de varios lugares interesantes de nuestro país a través de viajes de amigos, programas de televisión, redes sociales, etc., y a medida que los apuntábamos íbamos haciendo una lista. Nuestro itinerario se basó en ella, carreteras llenas de curvas y que llevaban a lugares bonitos de ver (diría que ambas cosas son bastante fáciles de encontrar en Italia). Nos mantuvimos lo más alejados posible de las autopistas y escogimos lugares de interés específicos que nos intrigaban y ubicados aleatoriamente en el mapa. Una vez hecho esto, intentamos conectar la mayoría de esos puntos en el mapa con carreteras que no parecían aburridas y teniendo en cuenta el tiempo que teníamos. El último paso fue buscar y reservar alojamientos que fueran baratos y que no se alejaran mucho del itinerario, teniendo en cuenta el aguante en kilometraje de nuestros traseros (la parte más larga del viaje fue de 390 km y mantuvimos una media general de unos 280 km diarios).
Reservamos todas las noches con antelación por dos razones: la primera es que la temporada alta no te permite cuadrar reservas de última hora y presupuestos reducidos como el nuestro, mientras que la segunda es que el viaje se realizó en época de Covid, y un poco más de certeza en un momento en el que cada región podía decidir cerrar a última hora no estaba de más.
En cuanto al equipamiento, había que tener en cuenta la limitada capacidad de carga. Al fin y al cabo, nos íbamos once días dos personas con dos bolsas laterales blandas (de 30 litros cada una) y una bolsa de 10 litros sobre el depósito, por tanto para la ropa de moto también se tenía que tener esto en cuenta. Ambos decidimos viajar con un equipo parecido, así que:
Todo lo demás se podía comprar durante el viaje en caso de extrema necesidad. Sin embargo, mi consejo es evitar el mes de agosto para estos destinos, ya que el calor resultó ser el factor más agotador. La suerte (y aquí soy muy sarcástico) quiso que estuviéramos en el sur de Italia justo en los días en los que se batió el récord de temperaturas de los últimos 7 años. Seguramente habríamos regresado a casa menos cansados y habríamos tenido menos momentos «críticos». El calor hace que la zona lumbar duela más rápido, compromete más el cuerpo y la mente y hace que todo sea un poco más complicado, pero nunca nos desanimamos ni nos dejamos limitar por esta situación... solo sufrimos un poco más.
La aventura comienza desde Vicenza por la mañana temprano, para poder conducir tanto como nos sea posible durante las horas más frescas. Con el morro apuntando hacia el oeste, pasamos por las carreteras secundarias del valle del Po, disfrutando de un panorama muy familiar y aprovechando la frescura mental y muscular para hacer pocas pausas. El panorama se caracteriza por una planicie inmensa y una cantidad increíble de caseríos para uso agrícola. Nada en particular que señalar, en la cabeza solo tenemos las curvas de Val Trebbia. A medida que nos acercamos, las siluetas de los Apeninos se hacen cada vez más grandes y sin darnos cuenta pasamos de las largas y rectas carreteras de la llanura a una que recuerda mucho a una montaña rusa. Una ruta estrecha totalmente desprovista de rectas y un asfalto con un coeficiente de adherencia exagerado.
Sin embargo, después de un buen rato de diversión, el estómago empieza a rugir y el calor creciente nos aconseja un descanso. Así que nos paramos a comer un bocadillo a la sombra de un bar de carretera antes de ponernos en marcha, y el resto del día no son más que curvas y curvas en medio de los Apeninos, donde el panorama es casi inexistente por la densa vegetación... No importa, las carreteras son tan bonitas que no me habría fijado en cualquier caso.
Así llegamos al final del primer día, reservamos un apartamento en un pueblo dejado de la mano de Dios y alejado de la civilización, Belpiano. Increíblemente aislado y prácticamente abandonado, pero a un precio de 16 € cada uno por noche, tampoco esperábamos ningún lujo. Cerramos la velada con un buen plato de pasta casera en un mesón de Brizzolara (el lugar habitado más cercano) y un interesante vistazo al río del pueblo que por alguna razón está lleno de anguilas.
Salimos hacia Cinque Terre y en poco tiempo nos encontramos a la altura de Levanto, ya deseando ver los famosos pueblos. Se enciende el testigo de reserva, pero estamos seguros de que poco después podremos repostar. Así que cogemos la carretera de la costa que pasa por encima de estos magníficos pueblos. Mientras tanto, la autonomía de la moto sigue disminuyendo, pero no le doy demasiada importancia... la Z a un ritmo turístico tiene un consumo realmente insignificante y el instrumento me muestra una autonomía residual respetable, nada de lo que preocuparme. Pasamos por todos los pueblos famosos: Monterosso, Corniglia, Manarola y Riomaggiore, hasta que decidimos parar a tomar algo para descansar rápidamente en Vernazza.
Sin que me diera cuenta antes, la moto ahora muestra tan solo unos 20 km de autonomía restante y me surge una ligera preocupación. Hace rato que no vemos una gasolinera, mejor echar un vistazo al mapa... ¡pero la más cercana está en La Spezia y está a 25 km del lugar de nuestra pausa! Bien pero no del todo. La alternativa es una gasolinera a 22 km en sentido contrario, pero supondría volver atrás y la idea no me atrae dados los km que quedan del día. Así que decido activar el modo Super Eco de la muñeca derecha con la esperanza de que algún tramo cuesta abajo me ayude. Pasan varios kilómetros de tensión (empujar una moto de más de 200 kg además de las maletas en agosto bajo el sol no parece divertido)… al final llegamos milagrosamente al distribuidor y al llenar el depósito entran 16,7 L de los 17 L declarados. ¡Lección aprendida!
Continuamos hacia el sur pasando por Pisa, donde hacemos un recorrido por la Plaza de los Milagros y paramos en el estacionamiento subterráneo de un supermercado para comer algo y descansar del calor infernal del día.
Después de la pausa, continuamos hacia el sureste y el panorama comienza a cambiar drásticamente. El fondo comienza a verse coronado por tierra roja y colinas ondulantes... los paisajes toscanos... a los ojos les cuesta creer en tanta belleza. Nos paramos a tomar un granizado en Monteriggioni, un pueblo elevado increíblemente bonito. Me gustaría no tener que irme de aquí, pero aún no hemos llegado. Finalmente llegamos a Siena después de atravesar paisajes que las palabras no saben describir y un poco cansados por el calor y los kilómetros. Esta noche nos espera un buen hotel.
El plan es hacer una parada en Siena durante dos noches para recuperarnos del cansancio y disfrutar de este magnífico lugar. En nuestros planes también están los caminos blancos de la Eroica. No creo que hagan falta presentaciones especiales, solo diré que hay dos rutas con dos longitudes diferentes que se pueden hacer en moto, una de 115 km y otra de 210 km, ambas compuestas por un 50 % de camino asfaltado y un 50 % de camino de tierra. No contaré el recorrido en detalle ya que necesitaría un artículo aparte, sino que dejaré que las fotos hablen por sí solas. Las vistas son de cuento de hadas y el camino se puede recorrer fácilmente con una moto equipada con suspensiones de medio/largo recorrido… justo lo que yo no tengo… y además con pasajero. Como puede suponerse, no estábamos satisfechos con tomar la ruta más corta, sino que decidimos tomar la variante larga. ¿Fue fácil completar el recorrido? Para nada. El calor, el cansancio y el camino de tierra me pusieron a prueba, por la noche creo que me quedé dormido incluso antes de apoyar la cabeza en la almohada. ¿Volvería a hacerlo? Por supuesto, la satisfacción que me dio completar una prueba como esta fue enorme, y ahora puedo decir que también he hecho algo de off-road con la moto con la que voy de vacaciones, al trabajo, al circuito… bueno, ya me entendéis. Cerramos el día lavando la moto, una buena limpieza de la cadena (que ahora parece de cemento) y una buena ducha fría.
Nos ponemos en marcha con los ojos todavía rojos y agujetas por el cansancio del día anterior, para una etapa principalmente de traslados. Nada especial por el camino, solo un agradable encuentro a orillas del lago Trasimeno con dos moteros del Trentino en Harley paseando por el centro de Italia, uno de los cuales viaja en una Harley con cuadro rígido (sin suspensión trasera) y horquilla Springer (ese es el tipo de pasta de la que están hechos los duros de verdad). Entre risas nos cuenta que ir en esta moto es muy parecido a «montar un eje de hierro con dos ruedas»... ¡normal, le faltan las suspensiones! Después de charlar con los dos chicos y despedirnos, salimos hacia Avezzano.
Al llegar nos recibe en nuestra casa para pasar la noche una gatita de tres patas llamada Pillola (suponemos que por la cantidad de medicinas que habrá tenido que tomar tras la pérdida de la pata), que nos sigue a todas partes y nos da la bienvenida de una manera muy agradable. Por la noche no puede faltar una parada en el centro, donde cenamos un buen plato de pasta en la taberna y disfrutamos de la hospitalidad de los lugareños. De vuelta a casa nos deslizamos bajo las sábanas y notamos una presencia más en la cama… nada de qué preocuparse, es Pillola, que viene a la cama a por mimos.
Partimos así, después de despedirnos de Pillola, para dirigirnos hacia el lago de Scanno, una hermosa masa de agua rodeada de los Apeninos y accesible a través de una densa vegetación con la que uno solo puede soñar. Tras una breve pausa en el lago, seguimos hacia Rapolla, pero por el camino nos topamos por casualidad con el Santuario de Maria Santissima Addolorata, un edificio con una arquitectura muy interesante, aunque en este punto cualquier lugar con un poco de sombra adquiere un encanto inesperado. Así pues, decidimos parar y visitarlo, y no nos decepcionó.
El camino fluye rápido y llegamos al B&B donde pasar la noche. Descargamos la moto y arreglamos la habitación y vemos llegar una Vespa ET3 125 cc cargada de maletas por todos lados con un chico belga que está recorriendo Italia. Cogemos unas pizzas para comer bajo el porche (que él va a recoger con la Vespa) y nos sentamos a escuchar sus historias sobre los viajes que ha hecho (incluidos dos viajes al Cabo Norte siempre en Vespa) y su pasado como estudiante universitario en Siena.
Volviendo a nuestra llegada, noto una casa en el árbol con una escalera, y como supondréis no resisto a la tentación de subir. Una vez arriba, resulta ser una casita con una pequeña terraza y una silla para admirar el increíble panorama desde la base del Monte Vulture. Una vista increíble desde una casa de madera construida sobre un árbol… creo que fue una de las mejores sorpresas del viaje.
Partimos para el último día de moto antes de llegar al destino del viaje y nos encontramos rodeados de un paisaje incierto entre bosque y desierto. En este entorno que parece de otro planeta, vemos a lo lejos unos picos rocosos muy particulares y nos damos cuenta de que estamos al pie de Pietrapertosa, los «Dolomitas de Lucania». Iniciamos una subida que nos recuerda a un puerto de montaña (con baches y depresiones que nos recuerdan a la reciente experiencia de la Eroica) y el panorama es de lo más interesante. Nos encontramos rodeados de mucha roca expuesta y precipicios, lo que nos hace sentirnos más en casa de lo esperado dada la cercanía entre nuestro hogar y los Alpes. Tras una visita al pueblo decidimos bajar para continuar por la carretera principal que nos lleva directamente a la zona de Matera.
El trayecto entre Pietrapertosa y Matera es muy recto y fluido, diría que agradable después de todas las curvas que abordamos. Un pequeño inconveniente del día fueron las increíbles temperaturas… a lo largo del tramo de carretera principal superamos con creces los 40 °C, y el asfalto negro no ayuda. Para que os hagáis una idea del calor, la moto enciende con frecuencia el ventilador del radiador a pesar de que vamos a una velocidad constante de 110 km/h, y os digo que la Z es de todo menos una moto que se calienta.
Así llegamos a San Teramo in Colle, el lugar donde pasaremos las próximas dos noches para visitar Matera y descansar un rato.
En este relajante día decidimos visitar Matera tratando de perdernos lo máximo posible en la parte histórica (los famosos Sassi de Matera), y debo reconocer que su encanto y sobre todo su historia es fascinante. Las temperaturas están por las nubes, y el blanco de la roca refleja el sol por todas partes... pero esto ha hecho que la mayoría de los turistas se atrincheren, dándonos la oportunidad de ver las piedras sin aglomeraciones y en ocasiones totalmente desiertas.
Luego nos organizamos para ver la puesta de sol desde un punto panorámico en la colina hacia el este. Pasamos por el supermercado a comprar algo para el aperitivo y disfrutar de una increíble puesta de sol… pero la descripción se la dejo a la foto.
Al día siguiente emprendimos el ascenso hacia el norte. Durante este día viajamos, pero el panorama resulta increíblemente diferente al de los días anteriores. Llegado a Matera desde el oeste (un entorno caracterizado por una gran presencia de arbustos), dejamos la ciudad dirigiéndonos hacia el Parque Nacional de Alta Murgia, que en esta estación se caracteriza por un sinfín de campos de color amarillo brillante y prácticamente desprovistos de vegetación.
Desde allí continuamos hacia el norte hasta nuestro destino para pasar la noche: Campobasso. Nos sorprendió la belleza de esta ciudad, con un paisaje montañoso verdaderamente notable y una excelente hospitalidad.
Así arranca el día más largo y agotador del viaje, con 390 km de curvas y un número importante de lugares de interés por conocer, así que basta de cháchara. El tema central del día será el Parque Nacional del Gran Sasso, un lugar que siempre hemos querido visitar por la fama de sus vistas. Sobre todo os hablaré de un lugar, ya que representa a la perfección la belleza general de este Parque Nacional: Campo Imperatore. Bueno, qué puedo decir... teníamos muchas expectativas pero nada te puede preparar para una majestuosidad como esta. Aquí también tendré que dejar que las fotos hablen por sí solas y decir que ninguna habilidad fotográfica puede hacer justicia a este paisaje. Desde la carretera para llegar allí hasta la amplitud de su valle… pocos lugares nacionales e internacionales he visto que me hicieran sentir tan lejos del planeta tierra como conduciendo por esa franja infinita de asfalto negro.
Luego continuamos hacia Norcia, pasando por Campotosto (donde hay un hermoso lago) y los Piani di Castelluccio (otro lugar sugestivo fuera de lo común). Terminamos el día en Cerreto di Spoleto, donde hacemos noche y disfrutamos de un merecido descanso después del día más largo y kilométrico del viaje.
Así comienza el penúltimo día de viaje, nada difícil ni estresante, hoy se sale y se llega temprano. Nuestro destino es un merecido hotel con piscina en Montecatini Terme, donde nos relajamos como es debido antes de volver a casa. El trayecto pasa rápido y al poco rato estamos en bañador junto a la piscina para dejar descansar a nuestros músculos y relajarnos un poco.
El día de vuelta empieza con los puertos de Futa y Raticosa, el paraíso de los motociclistas en los Apeninos toscano-emilianos, y luego continuamos con el trayecto hasta casa. Por primera vez, entramos en un tramo de autopista para acortar el tiempo y poder deshacer las maletas con más tranquilidad. Al volver solo pensamos en dos cosas: lo genial que ha sido este viaje y lo felices que estamos de volver a nuestra cama... hemos cumplido el objetivo del viaje, haciendo carretera y viendo la cantidad adecuada de paisajes para que sentirnos entre la satisfacción y el cansancio. De esta manera estamos tan contentos con el viaje como lo estamos de volver a casa y disfrutar de un merecido descanso.