Hola, soy Cristina. Me encanta viajar y desde que me incorporé a Dainese he combinado esta afición con la moto. ¿Qué mejor manera de descubrir nuevos mundos, de rendirse ante la naturaleza, sintiéndote parte de lo que ves, sin barreras? Las páginas web y los blogs brindan mucha información para ayudarte a prepararte, pero también ocurren imprevistos una vez que estás en tu destino. Esos son los momentos más desafiantes e intensos, porque es ahí donde sacas tu ingenio y te encuentras con el altruismo de la gente.
«Un viaje no comienza en el momento en que nos ponemos en marcha, ni termina en el momento en que llegamos a nuestro destino. En realidad, empieza mucho antes y no termina nunca, ya que seguimos reviviéndolo mucho tiempo después de que haya terminado.»
No soy escritora, pero intentaré contar con mis palabras las emociones vividas durante un viaje que hicimos los dos en moto por Sudáfrica y Namibia. Para viajar por estas tierras, la mejor época es el invierno, porque apenas llueve y la temperatura media es de 25 grados. En Sudáfrica, las temperaturas son ligeramente más bajas que en Namibia, pero siguen siendo agradables e ideales para viajar en moto.
En Ciudad del Cabo nos dirigimos a GS Africa Motorcycle Rentals & Tours para alquilar una BMW F800 GS Adventure. Optamos por la versión Adventure para tener más autonomía en cuanto al combustible y evitar posibles problemas de repostaje. Desde que nos pusimos en contacto con la agencia, nos ayudaron a planificar nuestro viaje a medida, nos dieron consejos sobre las etapas que debíamos hacer y los lugares que no debíamos perdernos. Incluso en la era de los sistemas de navegación por satélite y del GPS, nosotros seguimos sin poder prescindir de una buena guía como la Lonely Planet y de un mapa como el Freytag & Berndt 1:1.000.000, que, quizás, no sea muy cómodo de abrir para consultarlo (ni de cerrar cuando sopla el viento en la carretera), pero es muy detallado. La elección de las etapas era, en cierto modo, obligatoria, sobre todo porque decidimos no dormir en tienda de campaña bajo las estrellas y rodeados de animales salvajes. Pero, a cambio, pudimos disfrutar de una gran variedad de paisajes.
La aventura comenzó con la llegada a Ciudad del Cabo. Merece la pena recorrer la ciudad a pie, sobre todo para contemplar los edificios coloniales holandeses y de la época victoriana, que contrastan con los modernos rascacielos y los exuberantes jardines botánicos. Otra visita obligada es el pintoresco barrio malayo de Bo-Kaap con sus casas pintadas de vivos colores. Es impresionante la vista de las montañas Table Mountain y Lion’s Head, que se alzan majestuosas a espaldas de la ciudad. Para terminar el día, subimos con el teleférico hasta la colina Signal Hill, donde disfrutamos de un magnífico atardecer. Para cenar, recomendamos las tapas del Chefs Warehouse Winebar & Pinchos, en el 92 de Bree St, justo al lado del Cape Heritage Hotel.
5 h 25/561 km (por la N7 - 100 % asfalto)
Por la mañana nos dirigimos a la agencia donde alquilamos la moto, que estaba en perfecto estado y con un buen par de neumáticos nuevos. Metimos nuestras pertenencias en las bolsas de la moto y dejamos nuestras maletas en depósito. Foto de rigor delante de la agencia, todavía inmaculados, sin una mota de polvo, ni de arena, y ¡listos para partir! Salimos rápidamente de la ciudad, porque no nos gusta conducir en medio del tráfico. Mucho mejor sumergirse en la naturaleza; en breve estaríamos disfrutando de ella. Nos dirigimos al norte hacia Springbok, donde hicimos noche.
por la C13 3 h 20/325 km - 155 km de carretera de tierra por la C13 desde Noordoewer a Rosh Pinah, 170 km de asfalto por la C13 hasta Aus
A la mañana siguiente, cruzamos la frontera en Vioolsdrift. A partir de ahí, la señalización es bastante simple: una única señal que dice «Cape Namibia Route» y la indicación «N» o «S», para el norte o para el sur. Dejamos el asfalto, bordeando el pintoresco río Orange, y empezamos a familiarizarnos con las pistas de Namibia. La carretera se convierte en un camino de tierra; al principio es sencillo, pero, después, se va complicando cada vez más. Ahí estábamos, solo nosotros, una extensión de arena dorada, el cielo despejado, montañas rocosas de color marrón a un lado, desde las que asoman los babuinos, y una franja verde al otro lado, que crece a lo largo de la orilla del Orange. Los sistemas de riego instalados han permitido ampliar la zona del cinturón verde del desierto y crear grandes extensiones de tierra dedicadas al cultivo de viñedos y otras plantas.
Tras muchos kilómetros conduciendo por caminos sin asfaltar, nos detuvimos en el pequeño pueblo de Rosh Pinah para comprar algo de comida. Los no vegetarianos pueden abastecerse de biltong, un tentempié típico a base de carne seca (que también puede ser de avestruz o de cualquier carne de caza). La comida es sencilla, pero está muy buena; sobre todo, cuando te la comes en la calle a la sombra del único árbol que hay en todo el horizonte.
Por el camino empezamos a conocer la fauna local: era la primera vez que veíamos ejemplares de springbok y oryx (los antílopes y las gacelas típicos de la zona, cuya imagen aparece en los billetes). El rugido del motor y la nube de polvo que levanta la moto no les asusta, pero se mantienen a distancia.
Pasamos la noche en el Bahnhof Hotel de Aus. Este edificio era la antigua estación colonial alemana (de ahí el nombre Bahnhof), y ahora está reformado en un hotel sencillo, pero acogedor y con restaurante. Una excelente base para la excursión que íbamos a realizar al día siguiente.
(125 km+125 km/tot.3 h por la B4, carretera de asfalto que atraviesa el desierto)
Por la mañana, tomamos la B4, que se dirige hacia la costa, atravesando el desolado paisaje del sur del Namib. Esta zona se caracteriza por sus cordilleras de montañas y las amplias extensiones de tierra por las que deambulan los famosos caballos salvajes del desierto.
Hacia la costa, el viento desplaza la arena por todas partes, tanto es así que, en muchos tramos, es imposible distinguir donde está la carretera asfaltada. En esta zona hay que tener cuidado, porque los montones de arena alcanzan una altura considerable e invaden la carretera. Es habitual ver a trabajadores quitando los montones de arena.
Paramos para visitar la ciudad fantasma de Kolmanskop. El ambiente es surrealista: la arena ha ido devorando, año tras año, las casas, y con ellas todo vestigio de esta antigua ciudad minera, abandonada desde hace tiempo. Ataviados con nuestros trajes de moto, parecíamos dos astronautas recién aterrizados en un planeta lejano.
Volvemos a las motos y continuamos hasta la ciudad costera de Lüderitz, atravesando territorios que pertenecen a las compañías de extracción de diamantes. Los nombres de las calles siguen estando en alemán, legado del antiguo dominio colonial de finales del siglo XIX. De hecho, recuerda a sitios de la vieja Europa, pero jamás me lo habría esperado en este lugar. Decidimos sentarnos en un pequeño restaurante, que tenía una terraza con vistas al mar, para disfrutar de un buen pescado a la parrilla. Emprendimos el viaje de regreso a Aus, haciendo la misma ruta que en el viaje de ida. Como ya dije antes, no hay muchas opciones, a menos que te aventures por lugares donde no está permitido acceder (National Diamond Coast, National Park) o quieras perderte por las dunas de arena.
(por la C27) (Parque Nacional de Namib-Naukluft) - 6 h/375 km carretera de tierra
Salimos muy temprano. Nos esperaba un día intenso. El camino que íbamos a recorrer nos lo habían descrito como efecto «washing machine». Cuando no hay muchos baches, me gusta hacer fotos de las señales de tráfico en las que aparecen animales salvajes. No es muy normal toparse con una señal de «¡Peligro, paso de jirafas!»
Como destino final, no podíamos perdernos las impresionantes dunas rojas de Sossusvlei del Parque Namib Naukluft, una de las imágenes emblemáticas de Namibia. Aquí está la foto que hicimos del famoso Dead Vlei, un bosque de acacias centenarias petrificadas, cuyo color marrón oscuro contrasta con el blanco del suelo y el naranja de las dunas. Un consejo: estábamos convencidos de que podíamos subir a las dunas con nuestras motos, pero, al ser un Parque Nacional, está prohibido entrar con motos, como es habitual en Namibia y también en Sudáfrica. De hecho, hay muchísima arena y se corre el riesgo de encallar. Es mejor optar por una excursión organizada con jeep y un conductor con experiencia. Nosotros la reservamos a través del hotel Sossusvlei Lodge de Sesriem. Por la noche, cena al aire libre con un impresionante cielo estrellado.
por la C14 y la B2 - 5 h/343 km (carretera de tierra, solo los últimos 43 km desde Walvis Bay y Swakopmund por la B2 son de asfalto)
Al día siguiente nos esperaba el tramo más duro de todo el viaje. Como pasajera, hace falta mucha confianza en el piloto para superar estos momentos difíciles, especialmente cuando las ruedas no dejan de bambolearse por la arena. Las pistas polvorientas, a veces llenas de baches, con la moto cargada y un pasajero, ponen a dura prueba las habilidades del piloto.
A mitad de camino, en medio de la nada, apareció un oasis, que se llama, con gran acierto, «Solitaire». Aquí puedes refrescarte y repostar combustible para la moto. Había una pizarra que nos llamó la atención: estaban escritas las precipitaciones de los últimos años, ¡tan solo unos milímetros al mes! De hecho, el sol pega fuerte y hace calor. Por suerte, mi chaqueta está bien aireada, puedo abrir las ventilaciones para que pase el aire.
Tras el soleado paisaje desértico del Namib, llegamos a la ciudad costera de Swakopmund, fundada por los alemanes, que aún conserva su aire colonial. Tras superar la vergüenza de entrar en el hotel llenos de polvo y llevando nuestra ropa en bolsas de plástico del supermercado (para futuros viajes nos equiparemos con bolsas técnicas que colocaremos dentro de las maletas de la moto), nos quedamos boquiabiertos ante la impresionante vista de las enormes olas del océano Atlántico rompiendo en el típico muelle de madera.
Descubrimos un lugar encantador para cenar: «The Fish Dely», una especie de pescadería con un pequeño restaurante. A la entrada, está expuesto todo el pescado, tú eliges lo que quieres que te cocinen y te lo llevan a la mesa.
Normalmente preferimos ir por nuestra cuenta y no abandonar a nuestro fiel motor, pero hay lugares donde es recomendable contar con un guía experto, tanto por la morfología del territorio como por todo lo que puedes aprender. Para visitar el Valle de la Luna, en el desierto del Namib, reservamos una excursión con la agencia Kallisto y disfrutamos mucho escuchando las interesantes anécdotas de Hans. Nos acompañó con su jeep y, gracias a él, descubrimos muchísimas especies de plantas endémicas. ¡Jamás pensé que un paisaje desértico pudiera tener tanta variedad de especies! La palabra que más nos llamó la atención fue Welwitschia mirabilis, el nombre de una planta milenaria que tiene una forma muy inusual.
5 h 30/400 km por la C34/C35/C39 - asfalto
Para continuar hacia el norte decidimos tomar la ruta por carretera asfaltada; entre otras cosas, para darnos un día de respiro del durísimo off-road que llevábamos. Pasamos la noche en uno de los muchos lodges que hay en la zona. La idea era dedicarnos a otra actividad imperdible en Namibia: observar los animales salvajes en su hábitat natural.
Pernoctamos en un lodge de la región de Etosha100 km/1 h asfalto
Para explorar el Parque Nacional de Etosha recurrimos a una visita guiada (por supuesto, está prohibido entrar en moto). ¿Sabes esos documentales de animales que siempre hemos visto en la tele desde que éramos niños? ¡Pues, ahí estaba todo, en vivo y en directo, ante nuestros ojos! Elefantes, leones, rinocerontes, cebras, springboks, cebúes... La carrera para atrapar a la presa, la travesía para buscar agua que beber, el cuidado de las crías... ¡Un verdadero espectáculo!
100 km/1 h de asfalto por la C38
Tras dedicar un segundo día a visitar Etosha, volvimos a poner rumbo hacia el sur antes de que oscureciera. Al anochecer, el intercomunicador del casco fue útil para avisar de que una familia de facóqueros estaba cruzando la carretera sin cedernos el paso. Las crías son muy divertidas, pero por una amplia serie de razones es mejor evitar acercarse mucho. Pasamos la noche en Outjo, en el Etosha Garten Hotel.
320 km/3 h de asfalto por la B1
Comienza la vuelta atrás y nos dirigimos hacia el sur de la capital. Windhoek no tiene un gran atractivo, ni siquiera desde el punto de vista histórico, pero merece la pena hacer una pequeña parada. Hay algunas casas coloniales que destacan entre los edificios modernos. En el mercado al aire libre de Post Street se pueden encontrar objetos de artesanía de toda África.
5 h/543 km (por la B1 90 % asfalto, últimos km de tierra al salir de la carretera nacional)
Atravesamos pequeñas aldeas y, cómo no, el Trópico de Capricornio. Bordeamos Keetmanshoop, una ciudad fronteriza entre las arenas del Namib y las del Kalahari. A partir de ahí, entramos en una situación alucinante: arena y piedras por todas partes, estábamos buscando el hotel Seeheim y de repente apareció... estaba justo debajo de nosotros, dentro de una pequeña depresión en el desierto y junto a las vías del antiguo ferrocarril colonial alemán, que está abandonado. También fotografiamos los famosos árboles «quiver tree». El nombre alude al hecho de que los bosquimanos utilizaban sus ramas y hojas para fabricar los carcajs, donde guardaban sus flechas envenenadas.
Otra curiosidad sobre los árboles: por el camino, observamos enormes bolas de hierba seca colgadas de las ramas. Descubrimos que eran los nidos de las aves tejedoras. Con la paja construyen una especie de casa que puede albergar a cientos de ejemplares.
3h /170 km de caminos de tierra (gravel, corrugations, bad sand) por la C12 y la C37
Al día siguiente continuamos el viaje hacia el sur. Nos detuvimos para admirar desde arriba el majestuoso Fish River Canyon, que se originó a partir de un movimiento telúrico y se ha ido modelando con la erosión durante millones de años.
Nuestro destino era Ai-Ais, que significa «que quema» en khoisan, una de las lenguas indígenas de Namibia. Te puedes bañar en sus manantiales de agua caliente sulfurosa; una experiencia muy relajante después de tantos kilómetros de arena y piedras. Pasamos la noche en el Ai-Ais Resort.
Día 14 – Ai-Ais / Vanrhynsdorp
Al día siguiente partimos hacia Sudáfrica. Esta parte del itinerario es donde uno se siente más libre y más perdido al mismo tiempo. Frente a nosotros aparece la línea del horizonte completamente nítida: por arriba, el cielo azul moteado con algunas nubes blancas y, por debajo, la interminable extensión de arena. Alrededor, África en toda su pureza.
En los días anteriores, durante cientos de kilómetros, no nos habíamos cruzado con nadie. Poco después de cruzar la frontera, se nos pinchó una rueda. Lamentablemente, el kit antipinchazos no resolvió el problema. Pedimos ayuda al hotel Letsatsi Lodge, donde habíamos reservado una habitación para pasar la noche. Vino a rescatarnos en medio de la nada, como un ángel de la guarda, el maravilloso Willy, un pintor amante de las motos que tenía un carro para cargarla. Nos llevó hasta el mecánico del pueblo para que la repararan. Todas las personas que encontramos a lo largo de nuestro viaje siempre fueron amables con nosotros. Antes de pedir cualquier tipo de información es de buena educación preguntar «How are you Sir/Madam?». Un buen «¿Cómo está usted?» es muy recomendable para iniciar la conversación con buen pie.
Dormimos cerca de Langeban
Seguimos hacia el sur y, de repente, nos encontramos con una vista impresionante: en comparación con el viaje de ida, cada día hace más calor y el desierto está comenzando a florecer. El Namaqua National Park, un parque situado en la provincia del Cabo Norte, está cubierto de flores de muchísimos colores. Un estallido de colores muy vivos, desde el naranja hasta el fucsia, cubría extensiones de tierra que normalmente son áridas. ¡Un ecosistema único!
El tramo de costa del West Coast National Park es fascinante. No te lo puedes perder. Por un lado, el estruendo de las olas rompiendo en la orilla del mar, y, por otro, bandadas de flamencos rosas recorriendo las lagunas cercanas que están en calma seráfica. Es difícil describir con palabras o captar en una foto la belleza del lugar.
Nuestro viaje concluyó con un recorrido por la Península del Cabo y la foto obligatoria en el Cabo de Buena Esperanza, el punto más suroccidental del continente africano. Recorrimos carreteras por acantilados con unas vistas impresionantes, especialmente en el tramo de Chapman's Peak Drive, considerado una de las carreteras panorámicas más bonitas del mundo. Contemplamos el espectáculo donde se unen los dos océanos: el Índico y el Atlántico. A quienes piensen, como creíamos nosotros, que los pingüinos solo están en el frío, les recomendamos visitar la famosa Boulders Beach, que alberga una colonia de pingüinos africanos.
Después de unos 5.000 km de ruta, entregamos con gran pesar a nuestra fiel compañera de viaje y empezamos a recopilar la primera información sobre nuestro próximo viaje, también con salida desde Ciudad del Cabo. Todavía no sabemos exactamente cuándo, pero... ¡Botsuana nos está esperando!
Para completar el atuendo, utiliza un buen casco modular ligero, para que el cuello no se resienta después de tantas horas en la moto. El interior debe ser cómodo, que no te presione porque podría causarte molestias. Y, muy importante, debe estar equipado con intercomunicador. Puede que no todos los motoristas estén de acuerdo en llevar una conversación de fondo mientras viajan, pero puede ser útil para comunicarte con tu compañero e intercambiar información. Aunque, a decir verdad, en Namibia no hay muchas posibilidades de equivocarse.
También es importante incluir un kit de primeros auxilios (un botiquín básico), además de lubricante para la cadena y un kit de reparación de pinchazos para la moto.