Existen tan solo unos pocos documentos históricos y alguna viñeta artística que atestiguan cómo era America, la escuna estadounidense que en 1851 derrotó a los 14 barcos británicos del Royal Yacht Squadron, en la que se revelaría la edición cero de la Copa América. También es impensable imaginar cómo se vestían aquellos caballeros dedicados a la circunnavegación de la Isla de Wight. Sin duda, en el que llegaría a ser el evento más importante en el mundo de la vela, así como el evento deportivo más antiguo que todavía existe, la velocidad de crucero estaba muy alejada de los 50 nudos (alrededor de 100 km/h) que se alcanzan hoy en día.
Durante casi todo el siglo pasado, la Copa América fue un asunto familiar entre las superpotencias británicas y americanas. Al menos hasta 1983, cuando para decidir quién desafiaría al titular de la copa se estableció la Louis Vuitton Cup. En aquellos años, a principios de los ochenta, empezamos a hablar de la Copa América también en Italia, gracias a los primeros barcos con bandera tricolor que participan y cosechan éxitos en el mar. El primero fue el Azzurra, representando al Club Náutico Costa Smeralda, liderado por el capitán Cino Ricci. A lo que se sumarían otros, mucho más avanzados y tecnológicos.
Entre los 12 metros del Azzurra y sus herederos, capaces de llegar a un paso del éxito final como Il Moro di Venezia del capitán Paul Cayard, que en 1992 disputó la Copa América al America³, y el Luna Rossa de Francesco De Angelis, que en los albores del nuevo milenio llegó a desafiar al Team New Zealand, hay todo un abismo desde el punto de vista tecnológico.
Desde los años 80 hasta hoy, la evolución de la tecnología de construcción, los materiales utilizados y el diseño de los cascos ha sido extrema. El resultado han sido unos cascos cada vez más rápidos y con más rendimiento, hasta el advenimiento de los alerones denominados «foils», que permiten que los barcos «vuelen» sobre el agua y que requieren que el rendimiento físico y técnico de la tripulación sea muy elevado, digno de auténticos atletas.
Atletas que han encontrado en Dainese a un compañero perfecto para su protección personal. La pechera Dainese Sea-Guard es fruto de esta nueva necesidad de proteger a las tripulaciones a bordo de los barcos. Y la necesidad de seguridad hoy en día, cuando caer al mar es como aterrizar sobre el asfalto de un circuito, es suficiente para imaginarse el incremento en el rendimiento de estos barcos en comparación con los de hace tan solo unos años.
Hoy, el sindicato Luna Rossa Prada Pirelli, nacido en 1997 y que ya fue challenger del Team New Zealand en el año 2000, vuelve a intentar hacerse con el trofeo más prestigioso del universo de la vela. Sin embargo, a pesar de las diferencias de enfoque, las dos tripulaciones comparten la misma atención en cuanto a la seguridad y las pecheras Sea-Guard de Dainese como equipo a bordo.