Soy un aficionado al enduro y tengo 27 años; llevo montando en moto desde 2012 y recorro unos 20.000 km cada año, sobre todo fuera de carretera. Hasta ahora he visitado 20 países, muchos de ellos en solitario. ¿Qué es lo que más me gusta de viajar? La gente, su vida, la cultura, los paisajes y la gastronomía. Paso por los pueblos en su mayoría fuera de la carretera, duermo en tienda de campaña, me baño en los lagos y cocino al aire libre sobre un fuego.
Viajar en moto es mi forma de vivir.
Cada viaje empieza con una cuenta atrás, y también fue así en esta ocasión. Por suerte no tengo que arrancar las páginas del calendario: tengo una aplicación en el teléfono que indica cuántos días faltan para cualquier fecha especial. Trato de planificar cada viaje incluyendo algunas fiestas y puentes nacionales, para pasar el mayor número de días posible al año en moto.
El plan era salir en mayo y teníamos pensados muchos destinos. Optamos por Kosovo, Albania y Macedonia. Debido a las restricciones internacionales por la pandemia, titubeamos mucho tiempo acerca del viaje. Queríamos crear una ruta off-road inolvidable. Extrañamente, en esta ocasión no participé en su creación, pero cuando lo hago utilizo los mapas de www.alltrails.com y OSM, respaldados por la visión de satélite para aumentar las posibilidades de entender la viabilidad de la ruta trazada. No sé lo que utilizaron los otros miembros del equipo, pero armaron una excelente pista GPX de conducción off-road en los países que habíamos elegido como destino. Al final, pospusimos la salida hasta el mes de junio, debido a la enorme cantidad de nieve en la cima de los puertos. En ese momento, todavía no sabía que la nieve me iba a sorprender.
Antes de emprender el viaje, constato personalmente el estado mecánico de la moto y hago el mantenimiento necesario. Compruebo el funcionamiento y el nivel de desgaste de los componentes principales y los sustituyo si es necesario. Además, cada año hago un mantenimiento preventivo que incluye el cambio de aceite del motor, la sustitución de los retenes de la horquilla y los rodamientos de las ruedas. Cuando viajo guardo el manual de mantenimiento de la moto en formato pdf en el teléfono y llevo un kit de herramientas con el que prácticamente puedo desmontar todo. También llevo los rodamientos de repuesto, un extractor de cadenas con eslabones de repuesto, y, sobre todo, cámaras de aire de repuesto.
Presto mucha atención al peso del equipaje -que ha de pesar lo menos posible- y esta vez llevaba solo 56,5 litros para tres semanas, incluyendo el equipo de acampada, una cocina de gas, ropa, varios utensilios y algo de comida. He tardado meses, si no años, en encontrar el kit de equipamiento perfecto, cambiando y comprando herramientas y accesorios mejores y más ligeros. Cuando hago la maleta, siempre llevo todo lo que necesito para ser autosuficiente y poder depender solo de mí mismo en caso de necesidad.
Ato con cuidado todo el equipo al asiento del pasajero, tratando de que no sobresalga demasiado hacia los lados. Sé que otras soluciones como las bolsas laterales bajan el centro de gravedad, pero he adoptado esta solución basándome en mi propia experiencia. En una ocasión no pude salir de debajo de la moto después de una caída debido al gran volumen de las bolsas laterales.
Y, por fin, llegó el día de ponerse en marcha. La moto estaba a punto, y el equipaje estaba listo y atado. Por una serie de razones relacionadas con mi trabajo, tuve que empezar las vacaciones antes que el resto del equipo. No quería perder ni un minuto de las vacaciones y por eso me fui yo solo unos días antes. Nos reuniríamos en algún punto del camino.
Tras unos días de vagar en solitario por Rumanía con mi tienda de campaña, llegó el momento de reunirme con el grupo. Estuve viajando por países donde la red telefónica es muy cara; por suerte, mis amigos habían traído un teléfono por satélite y pude captar la señal de internet conectándome al wifi gratuito de las gasolineras.
Al final lo logramos: nos encontramos al atardecer cerca de la frontera entre Serbia y Kosovo, entre calurosos abrazos, sonrisas y bromas. Entonces nos pusimos a buscar un lugar para montar nuestras tiendas y pasar la noche.
Éramos diez en total, nueve hombres y una mujer, cada cual con su propia moto. Planeamos pasar la noche en Serbia, para no perder tiempo cruzando la frontera al anochecer, una frontera que está marcada con una línea de puntos en todos los mapas. Y hay una razón: Kosovo es el país más joven de Europa, cuya independencia no es reconocida por todas las naciones del mundo. Su moneda oficial es el euro, aunque el país no es miembro de la Unión Europea.
La verdadera aventura empezó a la mañana siguiente. Desayunamos, desmontamos las tiendas de campaña, guardamos el equipaje en las motos y por fin cargué en la aplicación de mi teléfono la pista GPX preparada anteriormente. Utilizo la aplicación OsmAnd+ para la navegación. En mi opinión, es la mejor para la navegación sin conexión y para cargar y grabar pistas GPX. Siempre llevo dos smartphones: uno lo coloco en un soporte cerca del manillar y el otro lo guardo en el bolsillo como reserva y para hacer fotos. Además, siempre llevo un navegador por satélite para motos, pero, para ser sincero, casi nunca lo uso.
Llegamos a la frontera. La travesía se demoró un poco debido al intenso tráfico y al papeleo. Cualquier persona que entre en el país con un vehículo está obligada a contratar un seguro extra con un coste de 10 euros. Cada uno de nosotros tomó un carril de entrada diferente; por lo tanto, quedamos en encontrarnos en la gasolinera más cercana para no perder tiempo. Allí estaba toda la tripulación y las motos tenían los depósitos llenos: estábamos listos para irnos. Al cabo de 15 kilómetros dejamos la carretera asfaltada y ahí empezó el verdadero viaje.
Mientras explorábamos Kosovo, pasamos por pueblos serbios y albaneses, donde ondeaban las banderas de estas dos naciones. En algunos se podía comprar con dinares serbios, en otros con euros. Sin embargo, independientemente de dónde estuviéramos, todo era seguro y la gente muy amable.
Empezamos a dar la vuelta a Kosovo en el sentido contrario a las agujas del reloj por la ruta sin asfaltar que habíamos preparado. Al principio el tiempo no fue nada favorable, estuvo lloviendo dos días sin parar. Tuvimos que llevar ropa de lluvia suplementaria y descartar algunos tramos que eran demasiado difíciles por el barro. Afortunadamente, la mayor parte de las carreteras eran rocosas y no tenían agua, así que no tuvimos que dar muchos rodeos. Pasamos todas las noches al aire libre, en plena naturaleza. El principio era bastante sencillo: el lugar para vivaquear tenía que estar en nuestra ruta, tenía que haber un río o un lago cerca, o una hermosa vista y madera para hacer una hoguera.
Kosovo nos sorprendió y emocionó por su naturaleza. No sabía que era tan montañoso y no conocía sus impresionantes paisajes. Fue realmente estupendo. Me encantó por su belleza natural, su carácter salvaje y porque no es un destino muy concurrido. Por eso, está prácticamente inexplorado, sobre todo en lo que se refiere a los lugares que toca nuestra ruta off-road.
Desde luego, nunca olvidaré una de las experiencias no demasiado positivas que tuve aquí. En ese momento solo éramos tres. A menudo nos separamos en pequeños grupos por razones de seguridad o para dividirnos en función de nuestras habilidades y de la moto que conducimos. El camino que yo y los demás de mi pequeño grupo habíamos elegido nos llevaba cada vez más arriba. No sabíamos muy bien en qué dirección ir porque en ese momento la pista del GPS era ligeramente diferente de la que teníamos delante. Tuvimos que cruzar un río muy caudaloso, y, al final, el camino se despejó. Habíamos vuelto a la pista.
Alcanzamos una altitud de 1900 m sobre el nivel del mar y ante nuestros ojos aparecieron unos enormes montones de nieve. Por desgracia, no se podía atravesar con motos como las nuestras y la carretera seguía subiendo cada vez más hacia la cumbre. Tuvimos que rendirnos y volver atrás. Al descender, me caí en el profundo río que habíamos cruzado poco antes, y que ya había sido todo un reto a la ida. Mis amigos enseguida se zambulleron y me ayudaron a levantar la moto. El agua nos llegaba hasta las rodillas. Por suerte, no entró agua en el motor y pude continuar mi viaje a pesar de estar empapado. Sin embargo, unas horas más tarde, nos dimos cuenta de que esto solo iba a ser el principio de la desventura.
Al seguir descendiendo, descubrimos que el camino que habíamos recorrido justo antes había desaparecido: ahora era un alud de lodo en movimiento. No sé cómo sucedió, pero uno de mis amigos no se dio cuenta y se metió en una situación muy mala. Su moto se quedó atascada entre los árboles caídos, arrastrados por el barro que seguía fluyendo. La situación era tan peligrosa que dos de nosotros tuvimos que luchar para sacar la moto, mientras que el tercero vigilaba la situación, listo para avisar si la cosa se ponía más fea y hubiera sido necesario huir de repente. Nos intercambiamos los papeles por turnos para compartir la fatiga y sacar la moto lo antes posible. Tras un tremendo esfuerzo por parte de todos, milagrosamente pudimos ponerla a salvo. Los otros dos podían pasar o dar la vuelta y esperar a que se derritiera la nieve. Tras unas horas más de lucha, todos llegamos al otro lado. Estábamos a salvo. Hasta el día de hoy no puedo olvidar nuestros gritos de alegría, creo que nunca he recibido abrazos y he chocado los cinco de una manera más fuerte en toda mi vida.
Kosovo es un país precioso con gente amable que habla muy bien inglés. Según me enteré, esto se debió a la emigración de antes de la guerra que tuvo lugar en su tierra. La situación les obligó a abandonar su tierra natal y adaptarse a un entorno extranjero. Una vez recuperada la calma, pudieron volver a sus tierras y no han olvidado todo lo que aprendieron.
Albania nos estaba esperando. Para atravesarla off-road, por supuesto. Uno de los lugares que queríamos visitar era el pueblo de Theth, al que se puede acceder por dos caminos posibles. Se puede acceder por una carretera asfaltada desde el oeste o por unos desafiantes caminos de tierra desde el este. Por curiosidad, probamos la ruta desde ambos lados y nos quedamos a dormir en el camping del pueblo, donde la vista desde la tienda de campaña por la mañana era impresionante. Albania también es un hermoso país montañoso, rico en vegetación y aguas cristalinas que fluyen en torrentes. El pueblo también está en la TET (Trans Euro Trail), que suelo utilizar en mis viajes de enduro.
Por desgracia, en Albania tuve que separarme de mis amigos. Mientras cruzaba uno de los puertos, conducía por el lado izquierdo de una carretera estrecha y en el último momento me di cuenta de una enorme piedra oculta por la vegetación en el lado de la carretera. Tuve el tiempo justo de levantar la pierna izquierda para no aplastarme el pie. El impacto fue tan fuerte que la piedra dobló la barra de protección del motor, que a su vez golpeó el motor, concretamente la tapa del alternador. El motor empezó a perder aceite. Por suerte, uno de mis amigos llevaba poxilina. Aparcamos la moto, limpiamos la tapa de aceite y la sellamos herméticamente con metal líquido, todo ello a unos 2000 metros de altura, literalmente en medio de la nada. Desde entonces llevo poxilina.
Solo llegué al final de ese día gracias a mis amigos. Reflexioné con calma a solas en mi tienda de campaña y por la mañana decidí abandonar el grupo. Una pequeña caída podría haber provocado de nuevo el desprendimiento del parche con el que habíamos reparado el motor. Así que decidí que terminaría mi viaje en solitario por carreteras asfaltadas. Por supuesto, no volví a casa en seguida. Durante los seis días siguientes seguí viajando solo por Albania y Macedonia, vigilando constantemente el estado de la reparación.
Este viaje fue una aventura extraordinaria para mí. Aparte de los paisajes estupendos, todas las situaciones a las que nos enfrentamos hicieron que fuera más interesante y me transmitieron el verdadero espíritu del viaje, convenciéndome de que no hay ninguna situación de la que no se pueda salir. Los kosovares y albaneses son muy amables, serviciales y desinteresados. Apoyan y acogen a los viajeros con agrado. De vuelta a casa, pude disipar una leyenda urbana: he constatado que se puede entrar en Serbia desde Kosovo si has entrado en Kosovo desde un país que no sea Serbia.
En total, pasé 19 días fuera de casa, recorriendo 5.200 kilómetros. Durante 10 días y 3.900 km estuve solo, los 9 días restantes en compañía de un excelente equipo de viajeros. Juntos recorrimos las zonas más remotas de Kosovo y Albania, a las que solo se puede llegar con motos de enduro. Me gustaría agradecer a todo el equipo la gran compañía y los maravillosos momentos que pasamos juntos. Sin lugar a dudas, ha sido el viaje en moto más extremo hasta la fecha, y no me importaría que siguiera siendo así durante un tiempo.