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    Cuando la pasión por viajar en moto se convierte en un estilo de vida por tiempo indefinido 

    Por Elena Axinte | 20 octubre 2022 | 1 min
    helebiker bio

    Elena Axinte

    La autora

    Soy Elena Axinte, motociclista desde hace 6 años y viajo por el mundo con mi moto desde hace 3.  De origen rumano, residente en Milán desde hace más de 12 años, actriz de teatro y terapeuta teatral. Hace tres años decidí mudarme de casa y transformar mi vida: de Milán al mundo. Y así fue como Elena Axinte se convirtió en Hele Biker, una viajera junto a su querida moto un tanto atípica, una Harley Davidson Sportster 883. Movida por la llamada del Mundo, por un sentimiento de universalidad y por la convicción de que «el hogar está en todas partes», me embarqué en agosto de 2019 para vivir mi vida en la carretera, en el mundo, en todas partes, por tiempo indefinido. Sin proyectos ni planes preestablecidos. 

    Hay pasiones que llenan tu vida y luego otras pasiones que se convierten en tu vida.  

     

    Los comienzos y cómo elegí mi moto  

    La moto entró en mi vida hace seis años, como resultado de una historia de amor.  

    Esta historia de amor me regaló esta pasión, pero no por cualquier moto, sino por la Harley. Un fuego que me hizo renacer, que me acompañó en un camino de crecimiento interior y que le dio un nuevo impulso a mi vida. 

    Estaba locamente enamorada del espíritu Harley. No me interesaba nada más, no tenía nada que ver con el resto del mundo de los motores. Ni siquiera había conducido nunca un scooter. Todo lo que quería era una moto como esa en mi vida, sin saber qué hacer con ella.  

    No tardé mucho, me decidí y me la compré. Mi Harley. Cuando llegó a casa, ni siquiera había aprobado el examen de conducir. Todavía recuerdo que me quedé completamente paralizada ante ese monstruo de 250 kg. Una moto nueva que ni siquiera podía sacar del patio 

    Recuerdo que un vecino me ayudó y la sacó, dejándola en medio de la calle, bloqueando el tráfico. 

    No tenía ni idea de cómo encenderla o cambiar de marcha. Solo había montado en la moto de la autoescuela y era muy diferente. Pero los coches que estaba bloqueando habían empezado a tocar el claxon. Me subí al sillín y ahí empezó la historia.  

    Era como si la moto hubiera arrancado sola y me hubiera guiado durante los primeros kilómetros. Ni siquiera ahora sé cómo me las arreglé para no estrellarme en cada curva o cruce. Yo estaba en otra dimensión.  

    Era ella la que me llevaba a mí y fue así durante mucho tiempo. Poco a poco empecé a sentirme cada vez más cómoda con mi «Muñeca», como la llamaba entonces, y con ella aprendí a conducir y a relajarme en el tráfico. Así que, menos de un mes después, pude aprobar el examen de conducir sin el menor temor (la llevaba con la hoja rosa en los primeros tiempos).

    Los primeros pasos de la aventura en la costa croata (Isla Pag)
    Los primeros pasos de la aventura en la costa croata (Isla Pag)

    Pasión por la carretera y por viajar  

    Empecé a dar paseos cortos con mi «Muñeca» al lago, a las montañas, luego a la frontera vecina, a Suiza, y algo más lejos, a Francia. Cada momento libre que tenía, me echaba una mochila al hombro y me alejaba, sin saber a dónde. Cada vez que llegaba a casa, todo lo que quería era volverme a ir. Ya se había convertido en una adicción y una necesidad que subía constantemente en la escala de prioridades de mi vida.  

    El primer verano fui con ella al sur de Francia y deambulé por allí durante un mes. Crucé toda la Costa Azul, desde Mónaco hasta la Camarga, los Alpes provenzales y Córcega. También encontré un trabajo de verano en Cannes. Cinco días trabajaba y otros dos en la moto. Salía directamente desde el trabajo a dar mis vueltas y volvía allí cuando terminaban. Iba a todos lados con la moto. Le daba un beso en el depósito cada vez que me separaba de ella y cuando regresaba. Solo soñaba con la moto, solo hablaba de ella, le saqué miles de fotos. 

    Cuando regresé a mi casa de Milán en el otoño, tuve una caída psicológica. Fue entonces, después de ese mes tan loco, cuando me di cuenta de que yo ya no pertenecía a esa casa, que mi lugar ya no estaba entre esas cuatro paredes, sino en la carretera con mi moto. Ese sí que era mi hogar. Ya extrañaba y deseaba cada vez más esos momentos en los que, después de amarrar torpemente la mochila al sillín trasero y llenar el depósito, me decía: «A ver qué nos pasa hoy, ¿adónde nos llevará la vida?». Me había vuelto adicta a esta forma de vivir con toda la intensidad de mi ser, presente en cada momento. Sin proyecciones ni expectativas: la vida que sucede, aquí y ahora. 

     

    La decisión. De un pequeño a un gran sueño 

    Pero lamentablemente no podía irme, no en ese momento. Tenía proyectos de trabajo esperándome, estudios por terminar y el presupuesto estaba agotado. 

    Después de anhelar en la oscuridad durante unos días, cuando me di cuenta de que estaba a punto de alcanzar el umbral más bajo de mi caída depresiva, me levanté y luché por salir de esa situación. Lo que me salvó fue un sueño en medio de una noche en blanco. Me di cuenta de que ese no era el mejor momento para irme, aunque era lo único que quería hacer. Empecé a pensar. Quería hacer un viaje en moto. Pero quería que fuera algo importante, intenso. No solo un viaje al lago o a la montaña.  

    Era otoño. La primera vez que podría hacer algo más importante sería el verano siguiente cuando tanto los proyectos de trabajo como los estudios se fueran de vacaciones. Me dije: «No puedo irme ahora, pero a la primera oportunidad, me iré de verdad y lo haré lejos. ¡Quiero tocar otro continente con las ruedas de mi moto!». Este fue el comienzo de una nueva vida. 

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    De allí a África fue solo un paso muy pequeño. Ese sueño me activó y motivó mucho. Durante 8 meses no dejé de pensar en ello ni un solo día: África sola con la moto 

    Al principio, África representaba el continente más cercano al que podía llegar desde Europa, pero poco a poco se fue convirtiendo en una profunda llamada. Supe desde el primer momento que llegaría allí y que todo saldría exactamente como pasó después. Había una conexión entre ese lugar y yo que al principio no entendía. 

    Empecé a investigar y recopilar la mayor cantidad de información posible, entrando sin querer en un nuevo mundo del que no sabía nada: el de los VIAJEROS.  

    Lo primero que hice fue googlear: «mujer sola con la moto en África». Y así me encontré con una chica que en ese momento cruzaba África sola en moto. Fue suficiente para comprender que era posible.  

    Y así descubrí un nuevo estilo de vida: gente que vive así, viajando. La chica en cuestión, Anna Grechishkina, estaba entonces en su cuarto año consecutivo de viaje.  

    No tenía ni idea de que se pudiera hacer una cosa así, pero desde el primer momento supe que era lo que siempre había esperado. ¿Sabes ese sentimiento cuando tienes la impresión de que algo está a punto de suceder en tu vida pero no sabes el qué? Eso fue lo que pasó conmigo. Esta revelación fue tan fuerte que en ese momento solo quería subirme a la moto e irme, solo con lo que llevaba puesto.  

    Dejé que todo bullera a fuego lento dentro de mí un rato y esperé pacientemente a que se calmara. Moderé mis emociones sabiamente y empecé a reorganizar mi vida. Desde entonces tuve la certeza, sin más titubeos ni dudas. 

    África sería mi primera gran aventura, el verano siguiente, luego regresaría para terminar el último año de mis estudios de especialización y el verano siguiente partiría definitivamente a ver el mundo. 

    Y así fue, exactamente así, porque todas las noches soñaba con eso, todos los días hablaba de eso y trabajaba solo para eso. 

    Mi primera gran aventura se convirtió en un sueño africano de 4 meses, 16.500 km, 7 países y cero hoteles, de Marruecos a Burkina Faso y viceversa. El viaje de mi vida, la iniciación que me transformó y me convenció de que había tomado la mejor decisión de mi vida. 

    Regresé, y menos de un año después empecé esa nueva vida que estaba soñando y esperando inconscientemente: nómada por los caminos del mundo. África solo había sido la confirmación de que esa era la única decisión posible para mí. 

     

    El primer itinerario de mi nueva vida 

    No me impuse ningún plazo ni número de kilómetros. Solo había decidido la dirección. Si en el viaje anterior había seguido la llamada de África, esta vez había oído otra llamada profunda de Oriente. Sabía la dirección pero no todo el itinerario. Y todavía sigue así. 

    Salí de Italia (Milán), crucé los Balcanes (Eslovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Kosovo, Serbia), hice una parada más larga en Rumanía, atravesé todo el país y pasé un tiempo con mi familia, luego fui a Moldavia y Transnistria. Seguí por Bulgaria, Grecia y luego entré en el continente asiático, Turquía. Aquí encontré la puerta de entrada a Oriente Medio, al fascinante mundo árabe.  

    De Turquía tomé un ferry para ir al Líbano, luego continué hacia Siria, Jordania y Arabia Saudita, donde tuve que hacer frente al periodo negro de la pandemia. Estuve atrapada en Arabia Saudita durante poco más de un año, pero siempre seguí viajando dentro del país. Cuando la situación se calmó, continué con la travesía de todo el Golfo Pérsico y el mundo árabe: Emiratos Árabes Unidos, Omán, Yemen, Catar, Baréin y Kuwait. El último país árabe fue Irak, y luego continué con el último país de Medio Oriente, Irán, antes de entrar en el verdadero espíritu asiático. Actualmente estoy en Pakistán, después de 3 años de viaje, 26 países y más de 100.000 km. 

     

    La peculiaridad de mi viaje: EL HOGAR ESTÁ EN TODAS PARTES 

    Una particularidad de mi viaje y un gran reto personal: «la vuelta al mundo sin hotel». En tres años nunca me he alojado en un hotel, bajo el lema «el hogar está en todas partes». 

    Todo comenzó en África, donde simplemente sucedió, sin planearlo, viajar durante 4 meses en 7 países diferentes sin ni siquiera pararme en un hotel, siendo hospedada por los lugareños. 

    Luego se convirtió en un desafío, un gran sueño: viajar por el mundo sin hoteles (especialmente cuando todos me decían que no sería posible encontrar esta solución en todas partes, sino solo en ciertos lugares donde la gente es famosa por su hospitalidad). Pero, quería demostrar que sí, es posible y que no todo cae dentro de los estándares y estereotipos a los que estamos acostumbrados.  

    Esta experiencia me transformó instantáneamente de viajera a habitante de cada lugar, ciudadana del mundo.  

    Permaneciendo en sus casas, mezclándome con las familias, yo misma me convierto en parte de su vida. Porque uso su casa no solo como un lugar para dormir, sino como un hogar. 

    Esto me ha dado la posibilidad de ver los aspectos más íntimos de la cultura de los lugares que exploro. Especialmente en el mundo árabe. Es un enorme privilegio para mí entrar en un mundo tan secreto y misterioso para muchos, como es la vida de las mujeres árabes. Por eso me siento muy afortunada y agradecida. 

    Sur de Omán, en las montañas de la región de Dhofar (Salalah) junto a un grupo de pastores de camellos durante la trashumancia
    Sur de Omán, en las montañas de la región de Dhofar (Salalah) junto a un grupo de pastores de camellos durante la trashumancia

    Cuando me «integro» en sus familias y en sus vidas, nada me parece más sorprendente. Una vez que entiendes una cultura, sus motivos, y una vez que se vuelven parte de tu vida diaria, ya no puede asombrarte nada. 

    Así es como la gente me recibe en todas partes. Como si acabara de volver a casa. En realidad, todo mi viaje tiene que ver con las personas. Ni siquiera se trata de la moto, los kilómetros recorridos o los lugares increíbles. Personas. Por supuesto, la moto es la herramienta que me acompaña en esta increíble aventura de la vida. Pero el verdadero motor de este viaje son las personas. Creo que mi misión es descubrir exactamente esta parte del mundo tan buena y hermosa. 

    La metáfora detrás de este gran desafío es que «quiero crear una red universal de almas». 

     

    Planificación 

    Prepararse para este tipo de viajes no es tan difícil como parece. Una vez más, es una cuestión de elegir y de personalidad. Personalmente, decidí empezar con una preparación básica de la moto, asegurarme de que funciona bien, hacerle la revisión, poner bolsas nuevas, preparar el material técnico para la documentación de fotos y vídeos. No debe faltar nunca un seguro de viaje, así como el «Carnet de Passage en Douane», un documento de la moto que exigen en determinados países del mundo. Un chequeo médico y la actualización de vacunas son igual de importantes.  

    Es un viaje sin límites de tiempo, por lo que decidí establecer paso a paso cada parada siguiente, dejándome la libertad de transcurrir todo el tiempo que siento y necesito en cada lugar. Por eso solicito la mayoría de los visados por el camino. Siempre me gusta decir que el único plan que tengo es no tener ningún plan. No me documento demasiado. Tengo indicaciones y luego me lo voy tomando todo tal y como va llegando. Con África fue diferente, porque tenía poco tiempo y tenía que preparar el itinerario, sobre todo porque era el primer viaje de este tipo. Tracé una ruta general con los países por los que pasaría y las condiciones necesarias desde el punto de vista de la burocracia, pero sin saber a dónde iría, dónde pararía y con quién me encontraría. En general, trato de no leer nada sobre los lugares a los que voy. Solo saco mi información de la gente autóctona y de personas que han estado en esos lugares recientemente. 

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    Pero en este viaje todo es diferente. Todo lo vivo de un día para otro, kilómetro tras kilómetro, de un país a otro, de una ciudad a otra, de una casa a otra. Ya no tengo fecha límite. Así es mi vida, «on the road» por tiempo indefinido. 

    Muy a menudo enciendo la moto por la mañana, sin saber dónde terminaré por la noche. Me dejo llevar por el camino y por la vida. 

    Lo desconocido me fascina, me motiva y me pone las pilas. Por eso no puedo planear nada. Frente a un programa bien definido, siento que me falta el aire. Lo desconocido me ayuda a permanecer anclada al presente y a vivir cada momento a fondo. Saber los próximos pasos mataría todo el encanto de la vida que he elegido vivir. 

    Me fascina no saber qué me va a pasar, esperando con curiosidad lo que la vida me prepara en cada momento. Sucede que muchas veces sé dónde terminaré la noche, porque me contactan personas que me invitan y me esperan. Pero lo más emocionante es cuando no sé cómo terminará mi día, a quién contactaré, a quién conoceré, sobre qué almohada descansará mi cabeza. 

    Cuando surgen problemas, espero a ver qué pasa, con gran curiosidad. Me convierto en espectador de mi vida. Me siento en algún rincón y observo mi situación desde fuera, espero a que pase algo. Y siempre pasa algo. 

    Esta es mi mayor motivación: siempre pasa algo bueno. 

     

    Consejos, pensamientos e ideas para nuevos viajeros (soñadores) 

    No me gusta y no me siento en condiciones de dar consejos; en cambio, hoy puedo hablar apasionadamente sobre los sueños y cómo se hacen realidad no solo a través de la magia. Los sueños se hacen realidad cuando pones mucho empeño en ellos, cuando les das cuerpo. Los sueños se hacen realidad cuando son tu prioridad. Siempre obtengo la misma respuesta cuando la gente me pregunta cómo pueden hacer lo que hago yo: «En la lista de prioridades de tu vida ¿dónde está este deseo?» Para mí es la máxima prioridad. No hay nada más importante en este momento.  

    Por otra parte, no creo que todos deban dar la vuelta al mundo en moto para disfrutar plenamente de la vida. Pero creo que todos deberíamos mirar a fondo en nuestra alma y conciencia y descubrir nuestra misión y significado de la vida, que también se puede encontrar a la vuelta de la esquina de nuestro hogar y no por fuerza al otro lado del mundo. 

    También creo que no hay ningún obstáculo que no se pueda superar, por lo tanto, antes de tomar una decisión, no proyectes demasiadas hipotéticas situaciones problemáticas. Nunca podremos anticipar, preparar y planificar todo. Hay soluciones para cada situación, en todas partes. No es necesario saber de antemano cuáles son. Dejemos que la vida nos sorprenda.  

     

    Mis humildes sugerencias 

    No salgas con miedos. Aprende primero lo que significa el miedo, cuáles son sus consecuencias en la vida y luego aprende a eliminarlo o evitarlo. El miedo nos paraliza. 

    Si no estás listo para aceptar la diversidad del mundo, no salgas, por favor. No vayas a juzgar y criticar al mundo. Ahí fuera, el mundo es completamente diferente al tuyo, y tu mundo no es el único mundo bueno. ¿Te gusta esta idea? ¡Entonces ve a abrazar al MUNDO! Él te abrazará un sinfín de veces. 

    Tras los pasos de los nabateos en Al Ula Arabia Saudita. Tumba nabatea Madain Salih (Hegra)
    Tras los pasos de los nabateos en Al Ula Arabia Saudita. Tumba nabatea Madain Salih (Hegra)

    ¡Cambia de moto! Lo que suelen decir los motociclistas 

    Con esta moto descubrí el mundo. Con ella descubrí el camino, viajando con ella descubrí una nueva vida. ¿Cómo podría cambiar a otra cosa solo para sentirme más cómoda? Esta es nuestra historia, la mía y la de mi moto. No es mi historia y la de cualquier moto que podría cambiar después de no sé cuántos kilómetros según mis necesidades.  

    Aunque hay muchas opiniones de que esta moto no es para esos viajes y caminos, yo siempre digo que no elegí esta moto para dar la vuelta al mundo, sino que juntas hemos decidido dar la vuelta al mundo. E iremos a donde ella pueda llevarnos.  

    Sin embargo, a pesar de las opiniones «escépticas», puedo decir que hasta ahora todo ha salido muy bien.  

    Aparte del trabajo normal de mantenimiento tuve muy pocos problemas, y, según los mecánicos, eran problemas normales por las condiciones que habíamos pasado y por la forma en que la uso. Confieso que pocas veces le he evitado incomodidades: caminos de tierra de montaña, nieve, hielo, desiertos, temperaturas de -5 a 50 grados, tormentas de arena, lluvias y tormentas, inundaciones, caminos rotos o llenos de lodo, algunos de los caminos más altos del mundo... en fin, no nos hemos perdido nada en estos 3 años. 

    Mi conclusión es que puedes ir a cualquier parte con cualquier vehículo. Cada uno de nosotros tiene su propio camino esperándole, sin importar las herramientas que podamos utilizar.

    Wady Alarbeieen, uno de los numerosos valles misteriosos de Omán
    Wady Alarbeieen, uno de los numerosos valles misteriosos de Omán

    Algunas lecciones de viaje 

    Desde que empecé a viajar, no dejo de cambiar. Tengo sed de crecer. Aprendo de todo lo que me pasa y cada encuentro me enriquece con algo, por pequeño que sea. La transformación más importante en mi forma de ver el mundo tiene que ver con la aceptación. Desde que viajo, la aceptación es un concepto esencial de la forma en que vivo mi vida. Y esto lleva a eliminar algo aún más importante: el juicio. He aprendido a no juzgar ni condenar. Miro el mundo con ojos mucho más tolerantes porque viajando conoces el mundo por dentro. 

    Viajar es, creo yo, el tesoro más importante del mundo. No hay enseñanza más completa ni compleja que el viaje. A través del viaje se aprende sobre la vida, se expande la cultura, ocurren los encuentros, te conoces, te adueñas de ti mismo y te transformas. 

    Hay una canción, del grupo Mercanti di Liquori, que contiene toda mi filosofía sobre los viajes, una canción que siempre canto cuando voy en moto. Se llama El viajero. Mi parte favorita dice que «El viajero viaja solo / Y no lo hace para volver feliz / Viaja porque es su profesión / Ha tomado el oficio de Viento». 

    «País significa historia e historia significa idioma / Aprende cuál es tu dirección / De personas que no se parecen a ti».  

    Esto es lo que he elegido y mi forma de experimentar el viaje.  

    Equipamiento básico

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    Casco modular

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    Chaqueta impermeable

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    Pantalones impermeables

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    Protector de espalda

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    Mono impermeable

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    Botas impermeables

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    Mochila con bolsa de agua

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